La garnacha y su vino podrían ser un elemento más para articular puentes de unión entre los pueblos mediterráneos que rinden culto a esta variedad.
Siempre digo que la cultura del vino nos hace más sabios y más felices porque contribuye a nuestro disfrute gastronómico y nos da la posibilidad de fomentar los lazos de amistad, de intercambiar ideas y proyectos con quienes compartimos unas copas en la barra de la taberna o en torno a una mesa. Y también de estrechar los lazos entre los pueblos, como se ha puesto de manifiesto en dos recientes acontecimientos en los que los vinos de garnacha han sido los protagonistas: el Concurso Garnachas del Mundo celebrado en el monasterio de Veruela, en la provincia de Zaragoza, y el Salón Internacional de Vinos y Espirituosos Mediterráneos, Vinisud, que tuvo lugar la semana pasada en la ciudad francesa de Montpellier.
Degustación de garnachas con medalla de oro en Vinisud.
Es una satisfacción comprobar en acontecimientos de este tipo cómo el vino, de garnacha en este caso, contribuye a acercar a los pueblos y regiones que envían sus vinos, a sus bodegueros y expertos catadores a compartir experiencias y sabiduría.
Especialmente loable es el camino emprendido por el consejo regulador de la Apellation d’Origine Côntrolée de Languedoc-Roussillon, encargado de organizar desde hace cuatro años el Concurso Garnachas del Mundo, con sede habitual en Perpiñán y que este año comenzó a peregrinar por otras zonas elaboradoras de la zona mediterránea en las que la garnacha tiene un papel preponderante, llegando hasta tierras aragonesas. El año que viene, la isla de Cerdeña acogerá el certamen, que pasará en 2018 por Terra Alta, en Cataluña.
Pero, al mismo tiempo, produce cierta tristeza comprobar que esta red de intercambios comerciales y enogastronómicos -culturales, por lo tanto- no sea aprovechada por las instituciones y por los organismos administrativos para sustentar puentes y redes que incidan en esta variedad identitaria que surge de una raíz común, la uva garnacha, que ofrece infinidad de matices, de colores, aromas y sabores en los vinos que se elaboran en las diferentes zonas garnacheras. En Montpellier solo pudimos registrar la visita de una delegación de la Embajada Española en París, que fue a arropar la numerosa presencia española y se ofreció incluso a colaborar para preparar una puesta de largo de nuestros vinos en la capital francesa.
En este video grabado en la presentación de las garnachas con medalla de oro en Vinisud, el presidente del consejo Languedoc-Rousillon, Fabrice Rieu, y el secretario de la D. O. Campo de Borja, José Ignacio Gracia, inciden en estas cuestiones.
